Favorecido por un clima benigno y por unas aguas cristalinas, la pequeña isla de Capri (de apenas 10 km2) vive enteramente volcada en el turismo.
La difícil y abrupta orografía de la isla no supone un gran inconveniente a las hordas de turistas a pesar de que solo una estrecha y serpenteante carretera una las dos poblaciones de la isla: Capri y Anacapri.
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